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jueves, 5 de abril de 2012

Grave desobediencia: una polución nocturna

La pasada noche del domingo al lunes (día 2 de abril), tras más de 4 meses sin correrme, tuve una polución nocturna. Me desperté de madrugada un momento antes de eyacular y, aunque ya sabía que era inevitable, intenté contener la corrida agarrándome el rabo (bueno, más bien la jaula) y sentándome en la cama. Me sentí culpable y pensé en lo que diría y haría mi Amo al enterarse, mientras a leche manaba de forma lenta y prácticamente sin placer. La sensación que sentí fue más o menos la que se tiene al mear, pues en realidad no fue una corrida en la que se expulsa el semen en espasmos más o menos violentos y placenteros, sino que le leche fluyó como si hubiera rebosado el máximo de capacidad de almacenamiento y, simplemente, saliera de dentro de mí sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo. Así pues, me quedé un rato sentado en la cama, con cara de tonto, temeroso ya de las consecuencias de aquello que acababa de suceder, y sabiéndome culpable de desobediencia de una orden directa de mi Amo.


Alguien me ha preguntado que como sucedió esto, si precisamente los ordeños de que he hablado en este blog tienen como fin evitar las poluciones nocturnas. La explicación es que mi Amo quiso reducir los ordeños al mínimo posible, pues le gusta verme excitado y desesperado por correrme sin poder hacerlo, babeando y salido como una perra sin posibilidad de aliviarme, suplicándole por favor que me permita pajearme para así darse el gustazo de negármelo una y otra vez. Le divierte verme así, le gusta negarme el orgasmo cuando estoy en esas condiciones simplemente porque eso le excita y así se corre más salvajemente y con más placer. El ordeño me proporciona cierta tranquilidad (nunca como una corrida, pero sí es verdad que quedo más relajado los días posteriores a ordeñarme que antes de hacerlo), y él no quiere que esté sexualmente calmado, quiere que sienta siempre la necesidad de correrme, que me suba por las paredes de ansiedad. Así pues, los dos últimos ordeños los había distanciado más de un mes, y hacía ya unas 4 semanas del último cuando tuve la polución. Yo era consciente de que el riesgo de accidente era grande, que aunque ya había estado casi 6 semanas entre dos ordeños, conforme avanzaba en mi tiempo de castidad se iba haciendo más difícil evitar una polución, pero ese era el deseo de mi Amo y así tenía que ser. 


Ya he dicho que fue una polución casi sin placer, y que además no disfruté preocupado por las consecuencias y sintiéndome culpable. Pero eso no me exime de la responsabilidad de haberme corrido cuando lo tenía terminante y expresamente prohibido. Mi Amo dijo al enterarse del "accidente" que lo único que deseaba hacer conmigo en ese momento era abofetearme la cara, y que tendrá que tomar medidas. No sé cuales serán, pero me da miedo pensarlo. Sé que me lo tengo merecido, y tendré que aceptar cualquier castigo que me imponga, por duro que sea, dada la gravedad de mi desobediencia.


Esto lo cuento por orden de mi Amo, y dice que también tendré que contar lo que me va a suceder a modo de castigo, así que en futuras entradas de este blog lo iré explicando.