Una de las cosas que se han de tener claras, cuando uno se plantea llevar el rabo encerrado de forma continua y permanente, es que por cómodo que sea el aparato (y no siempre lo es), no es lo mismo llevarlo puesto que no llevar nada. Así pues, hay que adaptarse a vivir con un objeto extraño pegado al cuerpo, y eso implica cambiar algunos hábitos.
Para empezar, se tiene que emplear más tiempo en asearse. No sólo en la ducha (procurando que el jabón entre en la jaula y que luego el agua lo elimine por completo, aparte de frotar con la esponja todas las zonas externas a la jaula), sino que se debe realizar alguna limpieza extra.
Una práctica nueva es la de engrasar la zona del aparato con aceite corporal (de ese para bebés), pues de lo contrario el rozamiento continuo con la piel provocaría heridas o úlceras. Es muy importante llegar a todas las zonas donde hay fricción. Yo suelo aplicar el aceite de manera concienzuda por las mañanas tras la ducha, y de forma más ligera antes de acostarme. También llevo siempre encima un frasquito con aceite corporal, por si en algún momento del día necesito una aplicación extra.
En tercer lugar, está el problema al mear. En general, hay que descartar el uso de urinarios, así como mear de pie en el water. La forma usual de mear será sentado en la taza desde el momento en que uno se pone la jaula. Tras la meada, hay que secar el orificio del aparato en lo posible con papel higiénico. Yo, además, llevo siempre un poco de papel taponando el orificio para evitar goteos (tanto de orina como de presemen). En caso de absoluta necesidad, he llegado a usar un urinario en aseos públicos, pero en general esto es desaconsejable por tres razones: el chorro es difícil de controlar y puede acabar yendo fuera del urinario, si hay alguien en el urinario contiguo puede darse cuenta de que estás enjaulado, y en los urinarios ni hay papel a mano ni lugar donde tirarlo (tanto para limpiarse como para tapar el orificio).
Muy relacionado con lo anterior es el hecho de que, al menos en mi caso, hay que mear más a menudo que cuando no se está encerrado en la jaula. No sé si es por la posición de la polla, o por no correrse, pero el caso es que suelo mear más veces, y siento más ganas de mear que cuando no estoy encerrado. Dado que con la jaula se tarde más del doble en mear, esto supone que al cabo del día uno emplea mucho más tiempo en el baño.
El frío y el dolor de huevos: como todos sabemos, cuando hace frío se nos contraen los huevos y se pegan más al cuerpo. Pues bien, con la jaula puesta se lo ponemos difícil a nuestros cojones, pues están atrapados por el aparato, así que suelen terminar causando un dolor (a veces insoportable) al intentar contraerse. Esto depende de la constitución de cada uno, pero en mi caso llega a ser un verdadero problema. Afortunadamente, he encontrado una solución completa a este inconveniente: por las mañanas, tras la ducha, me enfundo toda la zona genital (polla y huevos, junto con la jaula, claro) dentro de un calcetín térmico (de esos especiales para deportistas o similares). Antes de hacerlo, en invierno me pasaba el día tocándome el paquete intentando recolocarlo, yendo al baño para ponerme más aceite, pero desde que descubrí esta solución, se acabó este problema.
El tamaño del paquete: cuando empiezas a usar la jaula, te parece que se te marca un pedazo de paquete del que todo el mundo se va a dar cuenta. Poco a poco vas viendo que nadie te mira el paquete (nadie está interesado en él), y si alguien te lo notara más grande de lo normal, tampoco te iba a preguntar el porqué...
Para los deportistas: dependiendo del modelo de jaula, el paquete será menor o mayor. Yo a veces salgo con la bici, y la verdad es que incluso la jaula pequeña es un poco obvia tras las mallas, así que me pongo un pantalón corto encima y arreglado. Lo que no sé es lo que haría si tuviera que ducharme en los baños de un gimnasio... Si alguien tiene experiencia en esto, sería bueno que lo dijera en los comentarios.
Ya he hablado en alguna entrada anterior sobre las erecciones nocturnas y la necesidad de levantarse a mear para que decaigan y poder seguir durmiendo. Pero, en general, las erecciones son dolorosas si son completas y persistentes.
Parecen muchos los inconvenientes que he descrito aquí, pero la realidad es que, una vez que uno se acostumbra a la jaula, y que ha encontrado la combinación adecuada de tamaño de anillos y espaciadores para que sea cómoda (otro día hablaré de esto), hay días completos en que ni te acuerdas de que la llevas. Por supuesto, no deja de ser un objeto extraño que provoca ciertas restricciones en el cuerpo, pero puedes acostumbrarte tanto a él que te sientas desnudo cuando no lo llevas.
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